¡Estás haciendo muchas cosas!

Levantarme muy temprano para tener un tiempo de silencio y lograr hacer que el día esté cubierto según las necesidades de nuestra familia no es algo que siempre sale como yo quisiera.

Ya sea porque no me acosté temprano, porque no madrugué, porque los niños se levantaron mucho antes de lo que yo esperaba o me levanté y tenía tanto en la cabeza por hacer que el switch de “work on” estaba encendido y no me detuve.

Sea cual sea la razón, debo reconocer que en muchas ocasiones me frustra mucho más de lo que a veces pudiera o quisiera manejar. Recuerdo una de esas temporadas donde el día comenzaba con mucho que hacer y yo solo trataba de correr y ganar la carrera del día. Estaba ajorada y un tanto molesta pues se me había juntado mi práctica de hacer almuerzo temprano con los niños levantarse y exponer sus necesidades. Sentía coraje porque todos hacían sus cosas y yo sentía que solo trataba, pero no lo lograba.

Dentro de todo ese ajoro mi niña de 4 años (en ese entonces) me pide por segunda ocasión su leche y yo no lo había podido preparar. Continúo tratando de hacer de todo un poco y ella se levanta y me dice: “Mamá te voy a ayudar, tu sigue haciendo lo que estás haciendo y yo preparo la leche, estás haciendo muchas cosas.”

En ese momento tuve una mezcla de sentimientos, más el que prevaleció fue gratitud. Tuve que detenerme y decir: “Gracias Dios porque tú me ves, tú sabes lo que necesito y me recuerdas a través de mi niña que cuando permitimos esas “pequeñas ayudas” y nos detenemos a disfrutar todo lo que implica ese momento somos renovados, amados y bendecidos por ti a través de las personas que están a nuestro alrededor. A través de ese momento Dios selló en mi mente y corazón: Yo te veo, yo conozco tu caminar y yo sigo dándote lo que necesitas, solo tienes que detenerte a verlo.

Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

Filipenses 4:19